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Amontonar enanos   

           Mientras su marido sentado al volante tenía los ojos puestos en el asfalto, cada domingo usted veía pasar con creciente nostalgia y, porqué no, con cierta envidia, las casas con sus hermosos jardines llenos de flores, con un enano al frente y un cartelito con el nombre de la finca a sus pies. Y ahora, al cabo de años de sacrificio, por fin puede materializar un sueño largamente acariciado: “Cambiar su departamento por una casa con jardín”.

 

         A partir de este momento,  usted se despoja de  la envidia y  la transfiere  a otros.  Se dispone a preparar la gran mudanza. Entre todos los canastos, separa uno al que le pone el rótulo “JARDIN”. Con él enfilan rumbo al nuevo hogar, un arsenal de herramientas, venenos, fertilizantes, macetas, plantas, semillas y, en embalaje especial, un sonriente enano de cerámica. Ubicado en el centro de un cantero de pensamientos y una mayólica con el nombre “La Pocha” entre comillas, pala en mano, usted contempla satisfecha al enano, que pasará su primera noche bajo las estrellas. Adentro quedan para el día siguiente canastos y canastos por vaciar y regalos para la nueva casa por abrir mientras, al lado de su marido, usted se duerme feliz soñando con su enano.

 

           Por  la mañana, lo primero  que hace, es  asomarse por la ventana para comprobar que él aún sigue allí. Se pone la bata, se calza las chinelas y le pega un grito a su marido para que se levante, mientras va rumbo a la cocina para preparar el desayuno. Después, sigue desempacando y desenvolviendo. “Para tu nuevo hogar, el enano que tanto deseabas. Con amor, tu mamá”. Usted arruga el papel del empaque y  toma distancia del obsequio para poder observarlo mejor. “Ay, mamá...” piensa, mientras sonriendo menea la cabeza. 

 

            Llaman a la puerta. Usted se abre paso entre el montón de papeles arrugados, cajas vacías, canas-

tos y objetos desparramados por la sala, para ir a abrir. El cartero le hace firmar un recibo y usted se queda con la encomienda. Pesa. Es una caja que apenas puede empujar hacia adentro. Rompe el sobre y saca una esquela: “Para que cumplas tu sueño largamente acariciado. Con cariño, Matilde (tu vecina del 6 “C”)”. Usted se apresura a rasgar el envoltorio. ¡Un enano!

 

          Sus ojos recorren el comedor en busca de más paquetes y descubre uno de igual tamaño detrás de los canastos y otro más, cerca de la puerta que da al pasillo. No los abre. Sólo echa un vistazo a las tarjetas. “Para que cuide de mi hermanita en ausencia de su marido... Un beso, Coca. PD: se llama Cacho...” La otra, desprendida del embalaje, la encuentra en el suelo, y lee: “Espero que te agrade la sorpresa. Trátalo con cariño... Tu amiga que te quiere, Inocencia”. 

 

            Al final del día usted está rendida.  Vació los canastos,  desempacó los regalos,  puso cada  cosa en

su lugar y tiene un enano montando guardia en el jardín y cinco sonriéndole agrupados en fila india contra la pared del living, cuando escucha regresar a su marido. Después de guardar el auto en el garage, él abre el baúl y, con sumo cuidado, saca una pesada caja de madera que carga con gran esfuerzo hacia adentro, mientras anuncia con júbilo: 

 

            —Querida, ven a ver el regalo para la nueva casa que te mandan mis compañeros de oficina… 

 

            Usted se cubre los ojos con las manos y se deja caer pesada en el sofá.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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