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Sonámbulos   (Primera Guerra Mundial -1914)

 

         Mientras avanza este año 2014, es bueno recordar que en agosto de 1914, hace casi 100 años, empezó la Primera Guerra Mundial. Nadie esperaba en ese momento que la guerra iba a durar más de cuatro años, causando más de 20 millones de muertes entre civiles y militares, y que esa guerra inesperada iba a cambiar la historia del mundo. Es el ejemplo más notable y trágico de la Ley de Consecuencias Inesperadas. Este triste aniversario ha generado muchos análisis históricos sobre cómo un siglo de cuasi paz, desde la batalla de Waterloo en 1815, terminó tan bruscamente y con consecuencias tan trágicas.

              Entre los varios libros recientes  sobre  las causas de la guerra de 1914  están  "Los sonámbulos"

del profesor de historia Christopher Clark de la Universidad de Cambridge y "La guerra que terminó la paz" de Margaret MacMillan, actual rectora de St. Anthony's College de la Universidad de Oxford y bisnieta de Lloyd George, el Primer Ministro británico durante la mayor parte de la guerra. Hay varios otros libros interesantes que saldrán en los próximos meses, sobre todo de historiadores europeos.         

          Hay dos temas que surgen de la Primera  Guerra  Mundial:  primero, la interrogante de cómo un mundo que tenía algunas tensiones, pero nada muy grande, terminó en una guerra que nadie esperaba; y segundo, cómo el final de la guerra con el Tratado de Versalles, en 1919, echó las semillas para que ocurriera 20 años después, en 1939, el inicio de una guerra aún mayor y con consecuencias mucho más dramáticas. En 1914, hasta el asesinato por independentistas terroristas serbios del príncipe Franz Ferdinand de Austria y su esposa en Sarajevo, hoy Bosnia, había tensiones, como las hay en varios sitios del mundo ahora, pero no había guerras ni grandes problemas insolubles. Pero debajo de este mar tranquilo había tensiones profundas causadas por las consecuencias de la rápida industrialización de los anteriores 50 años, y por la emergencia de nuevos anhelos provenientes del nacionalismo. La chispa del asesinato del heredero del Imperio Austro-Húngaro, fue suficiente para provocar en seis semanas el inicio de la guerra, motivado quizás, simplificando mucho, por tres grandes causas inmediatas: la desmesurada ambición de la cúpula militar de Prusia, la región dominante del Imperio Alemán; las alianzas algo forzadas pero fácilmente activables entre diversos países como Gran Bretaña, Francia y Rusia, y entre Alemania y Austria; y finalmente, como parecen decirlo la mayoría de historiadores, por la debilidad de los líderes de todos estos países. Hay ciertamente paralelos con el mundo de hoy, y por eso es importante reflexionar sobre lo que pasa en lugares tan distantes como Ucrania, Irán, Venezuela y el Este de Asia. En este contexto, la falta de liderazgo internacional de parte de Estados Unidos, en contraste con la situación de hace 30 años atrás, es un fenómeno preocupante. 

            El otro elemento ha  sido el  de  las  consecuencias  inesperadas. Entre  ellas  estuvo  el deseo de ajustar cuentas por parte de Francia, lo que llevó a un Tratado de Versalles leonino hacia Alemania, como lo criticó en ese entonces el famoso economista John Maynard Keynes. Eventualmente, Versalles causó una crisis económica en Alemania y la emergencia de Hitler. Sería un error pensar que la Segunda Guerra Mundial, que causó más de 50 millones de muertes, era inevitable: hubo muchas oportunidades de parar esta tragedia, pero nuevamente gobiernos débiles, tanto en Londres como en París, llevaron a Europa al abismo y el aislacionismo de Estados Unidos, producto de la Gran Depresión de los años 1930, alentó a Hitler y a la facción militarista en Japón. Todos conocemos lo que pasó. Pero pocos pensaron que el final de la Segunda Guerra iba a desembocar en la dominación soviética sobre toda Europa del Este y la revolución en China, cuyo anterior gobierno, el de Chiang Kai-shek, también había sido débil y corrupto.

           América Latina estuvo al margen de esta tragedia, pero su evolución muy influenciada por ella: los problemas económicos de los años 1930, el auge de las materias primas durante la Segunda Guerra y la década siguiente, la dependencia hoy de nuestros países de esas materias primas, la polarización entre ideas fachistas y socialistas y la combinación de ellas en dictaduras populistas.

            Entonces, hoy  tenemos que  enterarnos  de lo  que  pasó hace  un siglo  atrás, para entender bien dónde estamos. Una de las lecciones, entre muchas, es que tenemos que tener gobiernos bien manejados y sólidos. De otra manera, no sabemos bien cuáles serán las consecuencias imprevisibles.

 

 

 

 

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